No es fácil atribuir a un sólo factor la causa de todos los procesos inflamatorios que se producen en nuestro organismo, pero sí podemos determinar con facilidad aquellos que, de manera inconsciente, estamos provocando con nuestra alimentación inadecuada.

La dieta antiinflamatoria procede de un equilibrio entre los ácidos grasos omega-6 y omega-3. La mayor parte de la gente toma exceso de grasas omega-6, con las que el cuerpo produce eicosanoides, de tipo hormonal, que provocan inflamación crónica. Las grasas omega-6 son proinflamatorias, es decir, favorecen la inflamación y son principalmente los aceites de soja, de girasol, maíz.

También son fuentes de omega-6 los huevos y la carne. Las grasas omega-3 (aceite de pescado, aceite de canola) contienen EPA, DHA y ALA. Como las grasas omega-6, evitan las enfermedades cardiovasculares, pero, a diferencia de ellas, disminuyen la inflamación. Son imprescindibles en una dieta antiinflamatoria.

En otro momento podemos hablar del equilibrio que se tiene que producir entre la ingesta de estos dos tipos de grasas. Ahora vamos a tratar otro problema tanto o más grave para la salud, y que es capaz de inducir estos procesos inflamatorios en el organismo, la intolerancia alimentaria.

Cada vez es más corriente escuchar a amigos y compañeros quejarse de malas digestiones (ardor de estómago, reflujo, diarrea) o problemas dérmicos (dermatitis, psoriasis, piel atópica) o incluso dolor de cabeza y fatiga. Lo que se debe saber es que esos síntomas pueden ser debidos a una intolerancia de cualquier alimento que ingerimos diariamente, sin saberlo. Puede provocarnos incluso obesidad, ya que esta enfermedad está dentro de las llamadas “inflamatorias”.

Estas intolerancias son muy frecuentes, debido a que consumimos esos alimentos dentro de nuestra dieta normal y que por su origen (hormonas, insecticidas, abonos) o por los aditivos que se les incorpora para su conservación (conservantes, colorantes artificiales), hace que estos alimentos no sean adecuados, o no tan saludables como parece. Su digestión puede causar daño en nuestro intestino, ya que no tenemos enzimas que los metabolicen.

Una intolerancia puede producirse también cuando consumimos un alimento que nuestro organismo rechaza. La reacción ante una intolerancia puede tardar hasta 30 horas, y puede provocar otras intolerancias secundarias, ya que el intestino cada vez está más dañado, y acepta menos alimentos. Lo importante es identificar el alimento que produce el daño, para retirarlo de la dieta. Se obtiene una mejoría casi inmediata de los síntomas que lo provoca.

Se recomienda hacer el test de intolerancia alimentaria, para comprobar el efecto que produce cada alimento en nuestra mucosa intestinal, que es donde se produce la absorción y digestión de los nutrientes. Los resultados muestran si la intolerancia a un determinado alimento es neutra, grave o muy grave, de manera individualizada. Podemos entonces hacer una dieta específica para tu organismo.

El test es un método muy efectivo para detectar los alimentos que producen más estragos en tu organismo, para poder evitarlos y mejorar, en definitiva, tu salud.

SÍNTOMAS DE LAS INTOLERANCIAS

Alteraciones Gastrointestinales (50%):

Dolor abdominal, cólicos, estreñimiento, diarrea, gases, distensión abdominal, hinchazón, colon irritable.

Problemas Dermatológicos (16%):

Acné, eczemas, dermatitis atópicas, psoriasis, urticaria, prurito.

Problemas Psicológicos (11%):

Ansiedad, insomnio, cansancio, depresión, hiperactividad (en niños).

Alteraciones Neurológicas (10%):

Dolores de cabeza, jaquecas, vértigos.

Problemas Respiratorios (10%):

Asma, rinitis, insuficiencia respiratoria relacionada con proceso alérgico.

Fibromialgias, Artritis y Enfermedades Autoinmunes (3%):

Lupus, artritis reumatoide etc.