Para conseguir una vida sana y longeva parece necesario un cierto estilo de vida, compuesto por muchos factores. Para lograr este estilo de vida, es fundamental el ejercicio físico moderado, el equilibrio emocional, pero sobre todo, una dieta antiinflamatoria.
Sencillamente, somos lo que comemos.
Pero ¿qué es la inflamación?, ¿cómo puede influir la dieta en la inflamación?
La palabra inflamación proviene del latín, y significa encender el fuego. Es un proceso de respuesta del sistema inmunológico a una invasión o a una lesión extraña que invade nuestro cuerpo. Se producen entonces una serie de reacciones químicas interna o externamente. El organismo contesta a esta agresión hasta que se logra combatir el problema inicial. Puede producir dolor, enrojecimiento, calor, pero sobre todo, hinchazón.
La inflamación puede provocar respuestas internamente sin ser perceptible. El problema surge cuando la inflamación persiste pasa a ser crónica y maligna. Son muchas las enfermedades que entran a formar parte de las llamadas “enfermedades inflamatorias”. La inflamación está relacionada con la artritis, la diabetes, el asma, la obesidad, diversas enfermedades intestinales y neuronales e incluso el Alzheimer. Todo ello nos hace darnos cuenta de la importancia de tomar las riendas en este proceso.
El cuerpo es capaz de reducir la inflamación o aumentarla utilizando hormonas que la intensifican o disminuyen y también la detienen cuando ya no es necesaria. Los alimentos que consumimos pueden intervenir en los procesos de inflamación interna subiendo o bajando los niveles de estas hormonas.
Alimentos proinflamatorios y alimentos antiinflamatorios.
Los beneficios de las bebidas como el café verde y el té verde, deben sus propiedades tanto a la cafeína, como a su contenido en antioxidantes, y su consumo moderado ha demostrado que poseen importantes propiedades antiinflamatorias. Pero fundamentalmente, la dieta antiinflamatoria es la que proporciona un equilibrio entre las grasas de la serie omega 6 y las de la serie omega 3. Los ácidos grasos de la serie omega son ácidos grasos esenciales poliinsaturados (el organismo humano no los puede fabricar a partir de otras sustancias).
Este equilibrio debe ser cercano a la proporción 3/2. En la mayoría de las dietas hay un exceso de grasas omega 6, con las que el cuerpo produce eicosanoides, de tipo hormonal, que producen la inflamación crónica. Son grasas proinflamatorias, que, aunque tienen un efecto beneficioso para la salud, ya que disminuyen el riesgo cardiovascular, hay que controlar su efecto inflamatorio. Las grasas omega 6 provienen principalmente de la carne, los huevos, la mayoría de los aceites vegetales (soja, girasol, maíz) y los cereales.
Pero tenemos otra opción. Las grasas omega 3. Estas también disminuyen el riesgo cardiovascular y además, tienen un efecto antiinflamatorio, que neutraliza el efecto inflamatorio de las grasas omega 6. La fuente principal de omega 3 son el pescado azul, como la sardina y el atún, el pescado de aguas frías como el salmón o la trucha, y algunos aceites vegetales como el aceite de lino o canola. También la carne de animales alimentados con bellota o pasto y algunos frutos secos como las almendras y los pistachos. El aceite de pescado es altamente desinflamatorio y se puede encontrar en forma de cápsulas en la Farmacia.
Los omega 3 también desempeñan su función en la dinámica de la depresión y en los trastornos del estado de ánimo. La depresión pasajera podría deberse a un aporte demasiado elevado de omega 3 en detrimento de los omega 6.
La pared de las células está compuesta por una capa de lípidos, esto es fundamental cuando hablamos de células nerviosas, ya que la composición de las membranas permite el buen funcionamiento de la trasmisión de la sinapsis nerviosa. Los omega 3 no sólo son buenos para el cerebro y su desarrollo, sino que son necesarios desde el embarazo, para que las neuronas del feto se desarrollen correctamente. Influyen además, en la capacidad cognitiva y visual del bebé.
Los omega 3 son esenciales desde nuestra infancia, pero son también importantes en el envejecimiento. Consumir estos ácidos grasos, limita la pérdida de la función cognitiva con la edad avanzada, protege contra la demencia y el Parkinson, y puede prevenir la enfermedad del Alzheimer. Así que, para que mente y cuerpo se encuentren en condiciones óptimas, es importante comer con regularidad pescado y alimentos ricos en estos ácidos grasos. Si quieres ir más allá, consumir un suplemento de aceite de pescado, en cápsulas.
Cuanto más controles tu estrés y tu alimentación, tu vida será más activa, y sobre todo, más saludable.